Doña Lucrecia – Extracto de “El secreto de la Serpiente emplumada” de Armando Torres.
Una noche llegó a visitarnos doña Lucrecia . Ella era una de las curanderas del grupo que vivían en el otro pueblo.
Una de las rarezas que comentaban sobre ella, es que acostumbraba ir a cada velorio que había en su pueblo y que, a veces, iba incluso en los sepelios de las ciudades vecinas. Cuando le preguntamos porque lo hacía, ella nos explicó que, desde niña, tenía la facultad de hablar con los muertos y que le gustaba más platicar con ellos cuando aún estaban frescos.
Uno de los ayudantes le preguntó por qué ella se preocupaba con los muertos.
– ¿Y porqué no? – Respondió con un aire de amenaza en la voz – , ¿Acaso los vivos son más importantes?
“Los desencarnados tienen grandes posibilidades de alargar la duración de la conciencia en el otro mundo, justo como nosotros; desafortunadamente, las vivencias de la memoria les estorban, al igual que a nosotros nos estorba la ofuscación del mundo diario. Cuando se les dice de sus posibilidades, no hacen caso, se enredan en sus recuerdos y así se van consumiendo poco a poco, hasta no quedar nada. “He ayudado a cientos a encontrar el camino a la luz; la mayoría, cuando llegan allá, se quedan más perdidos que gallina sin cabeza, nada les hace sentido.
Algunos mal llegan y ya ni saben quiénes eran o de dónde vinieron; otros van derechito a buscar sus fantasías.” – ¿A cuales fantasías se refiere? – le preguntaron.
Ella respondió:
Cuando la gente muere, a veces les es muy difícil soltar el mundo de los vivos, siempre se van aferrados a las cosas. Todos están llenos de ideas y fantasías de cómo debería ser el otro lado; por eso, al llegar allá, eso es exactamente lo que hallan. Para quien muere, lo que ve es lo que esperaba encontrar allá; sin embargo, los videntes que visitan ese lugar los ven como si estuvieran paralizados, mirando hacia la nada.
Dijo que existen en ese lugar multitudes de conciencias que permanecen estáticas como zombis. Los videntes afirman que están reviviendo sus memorias, recontando por última vez sus experiencias. Alegan que así es como se ve cuando están en el proceso de ser consumidos por el Águila.
Esa misma noche, ella nos contó sobre uno de sus terribles encuentros con los muertos; explicó que muchos volvían para interferir como podían en el mundo diario. Nos contó la historia de un joven que murió en un accidente de motocicleta y que había amado locamente a una muchacha.
– Cuando fui al entierro, vi al joven vagando en medio de los presentes; aún traía puesta su chamarrita de cuero negra. Nadie lo veía, pero pude notar que, cuando se aproximaba a alguien, esa persona se ponía incómoda y luego se movía de lugar. Durante un largo tiempo lo estuve observando. Cuando el joven notó que yo podía verlo, vino a hablar conmigo. Por un instante fingí no oírle, después salí afuera, a un lugar más privado, y le pregunté que quería. Me pidió que contactara a su novia y le dijera cuanto la amaba.
“Me enojé con él, le dije que ni la muerte le quitaba lo pendejo. Platicamos por un largo rato y nos hicimos amigos. Empecé entonces a explicarle lo referente a los brujos y cómo éstos usan el conocimiento para seguir existiendo en ese otro nivel de conciencia. Lo tuve conmigo por varios años, le enseñe todo lo necesario para que pudiera aumentar sus posibilidades de supervivencia en su jornada por ese mundo cruel, ahí del otro lado.”
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